La Función
El Florido Pensil
cuenta sustancialmente las vicisitudes de una cuadrilla de muchachos
sometidos a la absurda e ilógica brutalidad del sistema educativo
que dominó la España de la postguerra. Sus protagonistas
nos irán descubriendo un fresco en el que se sucederán los
escenarios de la acción; en primer lugar la escuela y más tarde,
el resto de las tribunas desde donde el régimen mandaba sus señales
de apoyo: el cine de barrio, la radio familiar, la iglesia y la prensa,
representada aquí por el aparentemente inofensivo tebeo. El fresco
incluye también una variada e interesante avifauna de personajes
en los que se mezclan héroes del cine y del cómic con casposos
maestros, jovencitos más o menos espabilados con curas de aliento
tonante, y voces de nombres míticos cuyos rostros nos ha robado
la historia: Matías Prats, Pedro Pablo Ayuso, Matilde Conesa. .
.
La obra, naturalmente,
está representada por cinco actores adultos que sufrieron en sus
carnes las dentelladas de la (des)educación nacionalcatólica
y que se ocupan de todos los personajes. La distancia entre actores adultos
y personajes infantiles sirve para desgranar las dudas, la incomprensión
y sobre todo la tremenda perplejidad que surge de la aplicación
de la lógica infantil a la desmesura ideológica de la educación
del régimen. Con estos ingredientes, no es de extrañar que
la temática de la obra gire en torno a las posibilidades de vivir
holgadamente en el futuro a través de los recursos que proporcionan
unos increíbles ejercicios de aritmética, cuestione la ridícula
predestinación divina depositada en la nación española
como
salvaguarda de
los valores morales del mundo, evalúe los capones obtenidos por
cada cual ante la impenetrabilidad del misterio de la fe; se asombre ante
la inefable superioridad intelectual y moral del héroe español
Roberto Alcázar, y se aburra e irrite ante la patente estupidez
asociada a indios y negros de Hollywood. Sin duda, este repaso a nuestra
infancia resultaría cojo si no incluyera una buena dosis de
canciones, sintonías, NO-DOs y otros elementos que han caracterizado
el caldo de cultivo de nuestra «educación sentimental».
Sin embargo, esta
linea argumental que sirve para el conjunto del Estado Español no
recogería la especificidad del caso vasco; el régimen se caracterizo
por la negación de los derechos más elementales
de la lengua y la cultura vasca. La represión sufrida por nuestras
tradiciones y el contacto de niños y sensibilidades procedentes
de distintas culturas con la conflictividad, a veces amarga a veces divertida
que produjo, cierra un mural al que todavía hoy en día culpamos
de la mayoría de nuestros males .